Los robots humanoides impresionan a primera vista. Sony tiene clara cuál es la realidad: siguen sin saber moverse bien

Los robots humanoides impresionan a primera vista. Sony tiene clara cuál es la realidad: siguen sin saber moverse bien

Los robots humanoides están generando mucha expectación por su componente futurista. Ahora mismo, el nuevo Atlas totalmente eléctrico de Boston Dynamics se mueve de formas casi alienígenas, y los humanoides de Figure ya aprenden a manejar cafeteras y lavadoras. La sensación es que la revolución de los robots está a la vuelta de la esquina, pero en su diseño esconden un problema que está frenando su verdadero potencial. Y la solución no pasa por agregar más potencia de cálculo.

El cuerpo ‘tonto’ de los robots. Un reciente estudio de la propia división de robótica de Sony señala que el problema de raíz que limita a sus propias máquinas es el «número limitado de articulaciones», lo que crea una «disparidad entre sus movimientos y los de los sujetos que imitan». Que en este caso son los humanos.

Tal y como explica el director del grupo de investigación de Inteligencia Mecánica en la London South Bank University, el enfoque actual de la industria robótica es «el cerebro primero». Se diseña un software increíblemente complejo que tiene que controlar de forma centralizada un cuerpo que es, en esencia, un amasijo de metal y motores conectados por articulaciones poco flexibles.

Un intento de parecerse al humano que fracasa. Si nos movemos como nos movemos en el día a día no es por ‘magia’, sino porque somos una máquina casi perfecta que cuenta con alrededor de 360 articulaciones, 206 huesos y numerosos ligamentos. Esto hace que la columna sea flexible o las articulaciones se adapten a cualquier movimiento. Pero los robots humanoides son simples estructuras rígidas que luchan constantemente contra su propio peso e inercia. Para no caerse, necesitan realizar millones de microcorrecciones por segundo, consumiendo también mucha energía.

Según los datos, un robot Tesla Optimus para realizar una caminata simple consume unos 500 vatios, mientras que un ser humano para una caminata más exigente consume 310 vatios.

Lo torpes que son es cada vez más evidente. El famoso vídeo de Optimus doblando una camiseta es, en realidad, una demostración de su gran debilidad física. Un humano puede doblar la camiseta casi sin mirar, usando el tacto para sentir la tecla y guiar sus movimientos. Optimus con sus manos rígidas depende de su potente visión y su cerebro de IA para planificar meticulosamente cada diminuto movimiento.

Lo mismo ocurre con Atlas, que pese a que hace acrobacias espectaculares, no podría caminar con seguridad sobre una roca cubierta de musgo porque los pies no pueden sentir la superficie para adaptarse a ella.

La solución ya se explora: inteligencia mecánica. Este es un concepto que la naturaleza perfeccionó hace millones de años y que los investigadores de todo el mundo están empezando a aplicar en robótica. La idea es simple: diseñar la estructura física de una máquina para que realice ‘cálculos’ y adaptaciones de forma pasiva sin necesidad de un cerebro central o sensores extra.

En la naturaleza hay muchos ejemplos de esto. Por ejemplo, los tendones de una liebre actúan como muelles inteligentes que absorben el impacto al aterrizar y liberan esa energía para impulsar la siguiente zancada. También la mano humana es capaz de amoldarse pasivamente a cualquier objeto y las yemas de nuestros dedos se ajustan a la humedad para lograr el nivel de fricción perfecto.

La investigación ya está demostrando el valor de este enfoque. Por ejemplo, existen robots con piernas inspiradas en los tendones de un guepardo que pueden correr con eficiencia energética notable.

Los esfuerzos están puestos en aumentar su presencia. Las empresas tienen claro que los robots humanoides son el futuro. Algunas como Figure ya han creado un sistema para fabricar robots a gran escala, o incluso China está haciendo exhibición de sus mejores modelos para dejar claro que han pasado de la teoría a la práctica, e incluso los ponen a la venta. Y tal es la cantidad de empresas que se han lanzado hacia este mercado, que cuesta diferenciar a los unos de los otros.

Pero ya hacen tareas muy comunes como por ejemplo jugar al fútbol o participan en torneos de kickboxing entre robots. Y hasta trabajar durante una hora recordando exactamente lo que sus manos ‘sienten’.

Imágenes | julien Tromeur

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Los robots humanoides impresionan a primera vista. Sony tiene clara cuál es la realidad: siguen sin saber moverse bien

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José A. Lizana

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